12 de abril 2011
Los gatos
Como casi todos los días, he salido temprano de casa para darme un paseo por el parque. Hoy hacia fresco y no había tanta gente como en otras ocasiones, aunque tampoco es que se llene por las mañanas.
Me gusta pasear a esas horas en las que todo el mundo va con prisas. Los miro y sonrío, porque yo ya no tengo que hacerlo. Me han prejubilado y según dicen por ahí, tengo todo el tiempo del mundo.
Esta mañana he hecho un recorrido distinto, me apetecía ver que se movía al otro lado del parque y mira tú por donde fue toda una sorpresa. Allí estaban, cerca del gran arbusto, 4 gatitos, maullando con fuerza, llamando a su mamá. Mire a un lado y a otro, porque por experiencia sé que una gata recién parida es una autentica fiera. No parecía haber nada que resultara peligroso. Me acerque y les acaricie. Estaban sucios, llenos de tierra y todavía tenían el cordón umbilical colgando. Eran preciosos y se les veía fuertes y sanos.
Pasado un rato apareció uno de los jardineros del parque y mirándome fijamente va y me dice: ¿Se los va a llevar, señora?
-¡No! Contesté yo algo perpleja. ¿Por qué lo dice? Pregunté con curiosidad.
-Mire, es que si no se los lleva los tengo que matar. Ya hay demasiados gatos por la zona, son ordenes.
Los cuatro gatitos maullaban con más fuerza, si cabe, y yo sentí que las piernas me temblaban.
¿Y su madre? Dije tímidamente.
¿La gata? Muerta, estaba muerta cuando los encontré. Era vieja.
No lo dude dos veces: ¡Pues sí, me los llevo, me los llevo! Y me los lleve.
Ahora están en casa metidos en una caja llena de papel de periódico y tienen como guardián a mi viejo gato Pitu, que de vez cuando coge uno y lo lame hasta dejarlo medio zumbado. Ya he puesto un anuncio en Internet y parece ser que dentro de nada todos van a tener familia.
¿Por qué cambie de ruta ese día? Me pregunto una y otra vez…..
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